En una entrevista con Sergio Suppo por Cadena 3, el fundador de la Fundación ICES y creador del modelo relacional de políticas públicas, el Dr. José Emilio Graglia, presentó su nuevo libro, “El medio también existe: equilibrios nuevos entre viejos extremos”, y profundizó sobre el rol del medio como una construcción política distinta al clásico “centro”. A lo largo de la entrevista, Graglia explicó por qué el medio no es una posición tibia, sino un espacio de tensión y búsqueda de equilibrios frente a la polarización dominante. Analizó el impacto de los extremos, la fragilidad de la democracia representativa, el lugar de los gobernadores como contrapeso, y el desafío de construir una alternativa de centro en un país que muchas veces premia los discursos duros.
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Emilio, acabás de publicar “El medio también existe: equilibrios nuevos entre viejos extremos”. ¿Es el medio sinónimo del centro político tal como lo conocemos, y dónde se ubica ese medio en relación con el centro político actual?
El medio no siempre coincide con el centro político. El centro implica una equidistancia respecto a los extremos, mientras que el medio, como lo concebía Aristóteles, busca equilibrios entre ellos, pero no necesariamente de forma equidistante. Funciona como un sistema de pesos y contrapesos. Si un extremo se radicaliza, el centro político se desplaza hacia ese lado. Por ejemplo, en Argentina, cuando la política se inclina hacia la derecha, el centro también lo hace, y viceversa.
En el contexto actual, ¿cómo ubicarías a La Libertad Avanza y al kirchnerismo en el espectro político?
Ideológicamente, La Libertad Avanza se sitúa en la extrema derecha, mientras que el kirchnerismo, o más bien el cristianismo, que es una minoría intensa dentro de una minoría, estaría en la extrema izquierda. Sin embargo, en la práctica política, ambos comparten una hipocresía: traicionan sus propias ideas. Milei, por ejemplo, no gobierna como extrema derecha en la ejecución, aunque sí lo sea en términos ideológicos.
¿Por qué decidiste escribir este libro?
Hay un vacío político e intelectual en el espacio del medio. En Argentina y América Latina, dos minorías intensas, los extremos, tienen una sobrerrepresentación política y mediática, absorbiendo lo que está en el medio. La aparición de Milei marcó una catástrofe para el sistema político argentino, que se derrumbó y ahora se está rearmando. Los del medio, la mayoría de los ciudadanos que buscan equilibrios, están subrepresentados política y mediáticamente, ya que los grandes temas nacionales quedan opacados por las peleas entre extremos.
¿Creés que es el momento de construir una estructura política que represente este medio o centro político?
No hay tiempo para octubre, pero sí se puede iniciar un proceso hacia 2027. No es imprescindible crear un partido o alianza de centro que compita con los extremos. El equilibrio democrático implica que dentro de cada fuerza política haya un debate entre extremistas y moderados. Sin embargo, en Argentina se rompió la costumbre de los candidatos de ir al centro para captar votos. Milei, por ejemplo, extremó su posición para canalizar el hartazgo social y ganó. La última vez que vimos una búsqueda del centro fue con Sergio Massa y De la Sota en 2015, pero Massa terminó volviendo al kirchnerismo.
¿Qué papel juegan el PRO, el radicalismo y el peronismo no kirchnerista en este contexto?
Son fundamentales. Si estas fuerzas logran moderar a los extremos, la democracia argentina tendrá futuro. Si no, se producirá un vaciamiento democrático, como lo muestran indicadores como el abstencionismo electoral, que refleja la desilusión de la gente con el sistema. La ciudadanía busca equilibrio, como cuando votó a Mauricio Macri o Alberto Fernández esperando presidentes moderados, pero ambos fallaron, y eso llevó al ascenso de un extremo como Milei.
Democracias en Latinoamérica
Hablás de una crisis de legitimidad en las democracias. ¿Cómo se manifiesta en Argentina y América Latina?
En América Latina, dos tercios de la población están insatisfechos con el funcionamiento de la democracia, y Argentina no es una excepción. Los gobiernos democráticos fracasan sistemáticamente: Macri llegó por el fracaso de Cristina, Fernández por el de Macri, y Milei por el de ambos. Esto lleva a los ciudadanos a cuestionar el voto y la democracia misma. Más de la mitad de los latinoamericanos aceptarían un régimen no democrático si resolviera sus problemas, como controlar la inflación. Milei, por ejemplo, puede permitirse ciertos rasgos autoritarios porque ha logrado resultados en este aspecto, y la sociedad se lo tolera.
¿Es una falacia pensar que hay que eliminar la democracia para resolver problemas?
Sí, es una falacia creer que concentrar el poder en una persona y anular los derechos de otros resolverá problemas graves. Sin embargo, esta idea es atractiva para muchos porque los problemas no se resuelven democráticamente. La mayoría espera una alternativa que solucione los problemas dentro de la democracia, y en las provincias argentinas veo esperanza. La mayoría de los gobernadores, como los de Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Chubut, San Juan, San Luis, Mendoza, Jujuy, Salta o Misiones, son equilibrados, no extremistas, y ganan elecciones porque representan esa alternativa.
¿Por qué los sistemas democráticos capitalistas generan tanta desilusión e incapacidad para resolver problemas de fondo?
La desilusión surge porque los gobiernos democráticos no resuelven los problemas de la gente común. Si la democracia no cumple, la ciudadanía busca alternativas, lo que genera un desencanto democrático. Milei supo capitalizar esto al identificar a la “casta” como el problema del sistema político. Su ascenso no es la causa, sino la consecuencia del fracaso de gobiernos anteriores.
¿Qué viene para el futuro? ¿Cómo se preparan las fuerzas del medio?
Paradójicamente, las fuerzas del medio deben prepararse para el éxito de Milei, no para su fracaso. Si Milei ordena las cuentas públicas, aunque sea de forma abrupta, las fuerzas moderadas deben ofrecer una alternativa prolija para lo que viene después. Si un extremo falla, no surgen los del medio, sino el otro extremo. Por eso, los moderados deben estar listos para capitalizar los logros de un extremo y construir desde allí.
¿Creés que en Argentina hay conciencia de un rumbo hacia una democracia liberal y una economía capitalista, o seguiremos oscilando entre extremos?
Hay un proceso en desarrollo hacia ese rumbo, pero no es simple. Uruguay y Chile son ejemplos de democracias donde la alternancia republicana es moderada, con oscilaciones suaves del péndulo político. En Argentina, discutimos cuestiones básicas, como el superávit fiscal o la inflación, que en otros países están resueltas.
El futuro está en los dirigentes de las provincias y municipios, que están más cerca de los problemas reales y donde las diferencias ideológicas se diluyen.
¿Por qué el diálogo y el consenso son tan difíciles en Argentina?
Dialogar es difícil porque requiere encontrar coincidencias, mientras que pelearse es fácil y genera más repercusión, especialmente en redes sociales. En las provincias, como Córdoba, el diálogo es natural entre empresarios, sindicalistas, universidades y organizaciones. A nivel nacional, falta esa práctica, y hay una condena social al acuerdo, visto como algo negativo. Esto refleja una inmadurez política. Los acuerdos deben beneficiar a la gente, resolviendo problemas como el sistema tributario, jubilatorio o electoral, para dar previsibilidad y seguridad jurídica.
Antes de cerrar, ¿qué libro nos recomendás?
Me gustó mucho “Nexus”, de Yuval Noah Harari. Es de lectura accesible y retoma, entre otros temas, la idea del equilibrio y el medio, con un pensamiento que, aunque él no lo cite, tiene raíces aristotélicas.